Hablemos de Olmert

Esto bien se podría titular «cosas que pasan en un país en serio».
Realmente lo que pasa en este país es de no creer. Quizá me esté faltando alguna ficha para armar el rompecabezas. O quizá yo ya venga con al cabeza rota después de haber vivido 27 años en Argentina.

Olmert, el primer ministro, está siendo investigado pro al justicia. Eso solo ya amerita un aplauso con ovación, de pie. No hay inmunidad política que valga.
El motivo por el que Olmert se pasa más horas del día en la sala de interrogatorios que en su despacho laburando para lo que le pagamos es, en títulos generales: acusaciones de corrupción. Suena feo, claro. Pero veamos el detalle.

En Israel hay una «Ley de Regalos» que le impide a un funcionario público recibir cualquier tipo de «beneficio» económico. Supongo que la ley detalla límites, porque si no en cada cumpleaños tendría que renunciar el gobierno entero. Pero para poner un ejemplo del pasado, un diputado tuvo que renunciar cuando se comprobó que en un fin de semana en un hotel familiar le hicieron descuento «por ser diputado». Increíble.

Lo de Olmert, por lo que tengo leído, es que recibió plata en sobres, en efectivo, de un empresario norteamericano. ¿Cuánta plata? En uno de los sobres había 25 mil dólares para pagarse unas vacaciones familiares en Italia.
25 lucas. Por esa plata en Baires no se molestan en abrirte un jucio, que entre coimas y burocracia sale mucho más que eso.

El punto es que si ese empresario le dio plata a cambio de hacer aprobar una ley que le permita vender productos cancerígenos comestibles, o si lo hizo a cambio de obtener el puesto de Jefe de Aduanas (cofYomaCof), entonces se puede hablar lisa y llanamente de SOBORNO.
Pero por lo que tengo leído (y lo repito porque quizás se me pasó algo), a Olmert no se lo acusa de haber favorecido a nadie a cambio de esa plata sino de haberla recibido solamente.

Uno que viene de otras pampas puede pensar que es un ejemplo a la «Al Capone» que no le pudieron probar miles de crímenes, y cayó por evasión de impuestos. A Olmert no lo pudieron tirar ni por la guerra del Líbano2, ni por el informe Winograd, que son cosas gravísimas, y al final lo van a terminar tirando por esta «boludez».
Pero no. No es una boludez. Porque si dejás pasar esto, ya sabés dónde termina este tren. Y si no lo sabés, buscá en Wikipedia la frase «La Feyarri es mía, mía, mía».
Hay que sentar precedentes. Es una cuestión de educación.
Quizás voltear un gobierno que -dice- está acercándose a firmar la paz con un histórico enemigo como Siria pueda sonar a exageración o inoportunismo. Sería como desituir a Alfonsín en medio del juicio a las juntas porque nombró a un amigo personal a cargo del Hospital de Niños.

Pero la ley tiene esa cosa inflexible de no entender excepciones. El ley y punto.
Veremos si Olmert resiste como hierba mala o si al final encuentra una forma elegante de salir si dejar todo hecho un kilombo.