Guerra con Hamás – Día 149

Ajedrez.

Algunos se habrán preguntado si se terminó la guerra que no escribí más. No. No se terminó. Pero es que nos están escondiendo las cartas. Los dos bandos. El nuestro y el de ellos. Y por un lado mejor, porque mientras Hamás juega a las escondidas y no responde si la propuesta del cese temporario del fuego a cambio de secuestrados es aceptado o no, si las condiciones le vienen bien o si van a rechazarlo, ni siquiera da la lista de los secuestrados que están vivos, y el Ejército de Israel sigue haciendo su tarea de limpieza de terrorismo de base en el sur de la Franja de Gaza. Podríamos pensar que si es por nosotros, que se tomen el tiempo que quieran, porque desde hace meses que el sur de Israel (Ashdod, Ashkelon, todos los kibutzim y demás) están llevando una vida normal sin cohetes que les lluevan, pero no podemos pensar eso porque en ese tiempo que pasa, hay 138 israelíes viviendo un infierno. Y no se los puede dejar ahí.

Entonces Israel presiona. EEUU presiona. Egipto presiona. Hasta Irán presiona. Pero Hamás no dice ni pío. Vaya uno a saber si no es porque Sinwar está desconectado de las milicias, como dicen, o si no estará muerto como se merece. Lo cierto es que en estos días Israel se dio el lujo de elegir autoridades municipales (intendentes y demás), se dio el lujo de empezar el ciclo lectivo en Sderot, una de las más castigadas ciudades en la vecindad de Gaza, se dio el lujo de debatir la ley del servicio militar, y hasta de debatir si la canción de Eurovisión que se presenta va a ser descalificada o no.

Sin embargo, y a pesar de toda esa necesidad de seguir adelante, uno se topa con historias increíbles de chicos de 20 años que perdieron una pierna en Gaza y se están recuperando y empezando a darse cuenta de que su vida a partir de ahora y por los próximos… ¡65 años! va a ser un poco diferente de lo que pensaban. Y te topás con familiares de secuestrados siendo entrevistados y te tratás de meter en su cabeza. Pensás qué harías en su lugar. Si imaginarías lo peor para no ilusionarte, o si mantendrías a la fuerza esa pequeña esperanza viva a riesgo de pegarte el porrazo con la triste realidad de la muerte llegado el caso. Si elegirías paralizar toda tu vida para hacer de la espera y la lucha por recuperar a tu ser querido una forma de vida, yendo de la Plaza de los Secuestrados a un colegio a dar una charla y de ahí a una manifestación en el Congreso y de ahí a un entierro y de ahí a una nota en un canal de TV y así.

Qué harías. Que es lo que harías. Así como en Pesaj la tradición sugiere que cada uno se vea a sí mismo como si uno hubiese salido de Egipto luego de vivir en la esclavitud, ahora todos deberíamos parar una vez al día como mínimo e imaginarnos que un ser querido está allí en Gaza, siendo una pieza en este ajedrez silencioso que ambas partes están jugando. Y sentir. Ver lo que se siente. Aceptar ese dolor. Porque se los debemos a todos los que les tocó en desgracia tener sus vidas a merced.