Todo indica que mi pronóstico falló. Es que la lógica no tiene por qué prevalecer en medio de una guerra. Porque la guerra en sí es impensable. Yo sé que ustedes, lectores de sudamérica o de Estados Unidos, México, saben de la guerra por haberla visto en películas. todos éramos así de inocentes. Pero cuando ves (y ya se empiezan a ver) imágenes de lugares que uno conoce, que le son familiares, bañados de sangre. O cuando ves a una persona contando que ayer a la tarde estuvo sentado en ese escritorio en el que ahora se ven cartuchos de balas, las cosas toman otra dimensión. No es un set de escenografía de hollywood. Es esa ojota croc, o ese cartón de leche tnuva manchado de sangre. Es tuyo. Sos vos. Es diferente en una escala que no se puede describir. Y no pasó hace 50 años. Pasó hace 13 días.
Así es que en esta ilógica situación de querer matarse los unos a los otros como el hombre de la prehistoria, aparentemente el ejército tiene casi todo listo para entrar y cumplir lo que prometieron cuando teníamos todos la sangre caliente: Hamás va a dejar de existir.
No podemos dejar de pensar en los 203 secuestrados. En 10 chicos y 30 ancianos que en estos momentos están siendo quizás alimentados y seguro mantenidos en encierro por las bestias de Hamás, que por lo que se vio en las camionetas en las que vinieron, estaban hasta la coronilla de droga encima. Algo llamado Captagón. Como si les hiciese falta algo más para perder completamente la cabeza y volverse todavía más locos. Yo no dejo de pensar en el día después de esos 10 chicos que tienen -Dios lo quiera- toda una vida por delante para poder sobreponerse a lo que vivieron. Me intriga saber cómo lo lograrán. O si se convertirán en soldados con los ojos inyectados en sangre esperando poder vengarse en cualquier oportunidad que les de su servicio en el ejército allá por el año 2031 cuando entren a Tzahal.
Lo cierto es que está al caer la tercera fase de esta guerra. Y todos queremos un final feliz. Pero sabemos que ya no lo va a haber. Este es un país muy chico. No vas a encontrar a alguien que no conozca a algún muerto o secuestrado. Yo mismo, que soy un medio extranjero, que no crecí acá, sé de los dos hijos de Itzik (Yair y Amos) que están desaparecidos y del cual saqué el nombre Yair para mi primer hijo Dylan Yair. También sé del hermano de Jaguit que fue enterrado esta semana con banderas de Boca.
Feliz no va a ser. Pero quizás sea un poco menos injusto. Y paro acá antes de volverme yo mismo irracional con el discurso de la guerra. Porque la guerra te cambia la forma de ver todas las cosas. Espero que no para siempre. Porque no me reconozco.