Guerra con Hamás – Día 68

Nuestras guerras son diferentes

Ayer fue un día duro en Israel. Durante todo el día se estuvieron escuchando las historias de los 10 soldados caídos en Gaza. Muchos de ellos reservistas, padres de familia que salieron de sus casas a defender al país. Cosas que para uno pasaban solo en Netflix.

Y ante semejante cuota de dolor, algunos se pueden preguntar cómo es que la gente todavía no sale a manifestar multitudinariamente exigiendo el fin de la guerra. Que se ponga freno a toda esta locura. Claro, porque lo hemos visto en EEUU en la guerra de Vietnam, o en la incursión en el Golfo Pérsico o en Afganistán, dónde miles de estadounidenses (no les voy a dar el gusto de decir «americanos») perdieron la vida en combate o volvieron traumados para siempre o mutilados. Y la razón por la que ese reclamo no existe en las calles de Israel es porque acá la guerra es por la subsistencia. Es una guerra existencial. Es ellos o nosotros de verdad.

En Estados Unidos el ciudadano promedio dice «qué mierda tenemos que hacer nosotros en Afganistán?» «quién nos erigió en la policía del mundo?» «qué sentido tiene poner la vida de soldados estadounidenses en peligro por cosas que pasan en el otro lado del mundo» «¿acaso corremos peligro acá en EEUU que tenemos que salir a una guerra?». Y si bien se les puede esgrimir alguna explicación de grandes aspiraciones con objetivos del orden mundial, a la madre que perdió a su hijo en la guerra a 10 mil kilómetros de distancia, eso le suena ridículo e inútil.

En cambio, en Israel, por ejemplo, escuchaba a la joven esposa de un reservista que murió en una emboscada en Gaza tratando de recuperar el cuerpo de un soldado secuestrado previamente asesinado, mujer que quedó sola en sus casi treinta años con una nena de 2, y decía con tristeza y calma a la cámara: «hay que seguir hasta aniquilar a Hamás, para que la muerte de mi marido no haya sido en vano». La gente entiende que si no se va a esta guerra, las muertes van a llegar igual, como llegaron el 7-10, pero sin que podamos defendernos. Entonces, aunque nos suene increíble, y visto y considerando a quién tenemos enfrente, la opción menos mala es la de salir a combatirlos.

El único problema es que si el objetivo de aniquilar a Hamás definitivamente no se cumple, y volvemos al estado de antes del 7-10, sólo con unos miles de terroristas menos, será una cuestión de tiempo hasta que se organicen de nuevo, y no habremos conseguido nada. Entonces sí, esa muerte del reservista y de otros tantos soldados israelíes, habrá sido en vano.