Guerra con Hamás – Día 77

Una guerra mundial.

Hay quienes dicen que este conflicto entre Israel y los palestinos, que hoy tiene en particular su sub-versión específica contra Hamás, no tiene solución ni la va a tener. Porque no se puede negociar cuando el objetivo inquebrantable e innegociable de una de las partes es la desaparición de la faz de la tierra de la otra. Se han probado cosas. Darles plata, no darles plata. Ofrecerles territorio, darles territorio. Darles armas, quitarles armas. Dándoles trabajo, no dándoles trabajo. Nada. Todo lo que se hizo siempre dejó la situación peor que antes. Peor para Israel y peor para los palestinos. Especialmente para los palestinos que tienen la sola intención de ir a trabajar a la mañana y volver a la noche con la comida para su familia. Porque ahora están gobernados por terroristas que los sumen en la peor miseria. Mucho peor que cuando estaba Israel metido en las entrañas de Gaza.

La gente hoy en día critica a Netaniahu y lo responsabiliza porque le pasó valijas de dinero a Hamás. Dos cosas me dan ternura en esa gente. Y discúlpenme si lo digo con un poco de cinismo, es que a veces la politiquería barata ya cansa. La primera, es que con el diario del lunes (en Israel se dice el diario del domingo) todos somos inteligentes. Sabiendo que algo no funcionó, los geniólogos pueden salir a decir que es una pésima idea. Así como también la idea de Shimon Peres de colonizar los territorios. Eso lo dicen menos. La segunda es pensar que de toda la plata que recibe Hamás, incluyendo las millonarias sumas desde el millonario país Qatar, es la que le pasó Netaniahu justamente la que financió sus actividades. No tengo los números para presentar, pero no es muy difícil imaginarse que los millones de los países árabes fluyen en cantidades astronómicamente más altas que la plata que Netaniahu intentó usar como incentivo para mostrarles que pueden construir un mejor presente y, así, intentar que entren en el juego de la pacificación. Pero todos sabemos a dónde fue esa plata. Nos cae en la cabeza a diario cuando suena la sirena.

Y volviendo a las soluciones, cuando ya no tenés nada más en el manual de cómo poner fin a una organización terrorista, cuando nada de lo que funcionó con ETA o el IRA o demás funcionó, ya te agarrás de cualquier idea loca para decir «probemos con esto». Y la mía es una guerra mundial. No sé si la tercera, pero sí una escalada que abra las puertas de una gran reestructuración.

En estos momentos Estados Unidos despliega una fuerza compuesta por 12 países (¡es un montón!) para contener y combatir a los Hutíes. Banda terrorista de Yemen de la cual casi nadie había escuchado antes de esta guerra, apoyada por Irán. Con un poco de risa podríamos pensar que se armó especialmente para esta guerra para romper las pelotas, pero en realidad data de 1990. Los Hutíes están atacando con misiles no solamente a Israel (los misiles tienen que pasar por encima de la Meca, la ciudad más sagrada del mundo para el pueblo musulmán; ni me quiero imaginar si les falla un cohete y les cae ahí encima) sino que están bombardeando a todos los barcos que (según sus palabras) sea israelí o tenga algún tipo de relación con Israel. Quizás alcance con que el cocinero del barco sea judío para bombardearlo. Y el mundo se puso de pie, mandó sus baterías anti-misiles y sus barcos para ir hasta allá a combatirlos. No vienen a ayudar acá, pero al menos movieron su cómodo y pesado culo. ¡Es algo!

Y uno, que está con la vida en suspenso, escribiendo un post diario sobre la guerra desde hace 77 días consecutivos en lugar de postear cosas que hagan reír como siempre, y ya está harto de ver como la madriguera de Gaza no termina de vaciarse de la plaga que es Hamás, piensa que si se arma un kilombo de aquellos como en la Primera Guerra Mundial, que empezó simplemente con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, quizás permita barajar de nuevo de manera más radical. Algo que permita al mundo civilizado decirle a los terroristas «señores, se acabó la joda, bienvenidos al mundo nuevo; nos rompieron las pelotas y esto se terminó».

Pensemos que cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, el barajar fue tan radical que nacieron la mitad de los países que conocemos hoy en día, que antes estaban en manos de las grandes potencias, que se fueron retirando, dando lugar al nacimiento de, sin ir más lejos, a Jordania y a Israel entre otros. Y la cosa cambió radicalmente. Quién te dice que un gran conflicto no termine decidiendo que Gaza se anexa a Egipto, o que a los palestinos se les asigna un territorio para que creen un país como se hizo en 1947 con los judíos del mundo en Israel. Teniendo la pericia esta vez, de ponerlo en un barrio más cerca de Qatar, si se puede. Como decía la maestra: «si se siguen peleando los voy a separar».

No sé. Insisto en que no son un experto en política internacional. No hago charla barata de feria con el diario del lunes. Al revés. Trato de inventar posibles soluciones creativas. De acertar el Prode loco de este mundo. Uso mi creatividad en función del equilibrio o la paz mundial, ya que no me están dando tiempo libre para dedicarla a cosas más divertidas. Veremos si ese es el camino. Cueste lo que cueste. Como todas las cosas.

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